miércoles, 18 de abril de 2012

El niño descabezadito (capítulo primero, página 3)

-No son exactamente muertos- aclaró Hauser, indignado- Sus funciones vitales se han reducido a límites insospechados, pero mantienen unos mínimos de actividad cerebral primaria.

Lieblich seguía confuso las explicaciones de aquellos a los que ya en su mente había calificado como pandilla de locos. Y no es de extrañar. En todo caso, pidió una copa, y llamaron a un subalterno para que trajera una botella de brandy. El joven barbilampiño se quedó mirando de reojo las camillas. En general, la pequeña guarnición del Stalag había llegado a la misma conclusión que el Standartenführer tan pronto se había formado, solo que para ellos era un tema recurrente en sus comentarios en la cantina de la tropa, como cabe esperar, por que los gritos, los mugidos extraños y los golpes se repetían constantemente en el interior del laboratorio. Y por si fuera poco, los pocos que tenían acceso al recinto 7, donde este se encontraba, volvían pálidos y cariacontecidos, sin ganas de contar nada sobre lo que sucedía allí dentro. Así que cuando el joven soldado trjo la botella de coñac sentía una inquietud que Lieblich, acostumbrado por su experiencia en el frente a examinar a sus soldados con solo una mirada (es importante saber quien lucha a tu lado, qué duda cabe)Le arrancó de las manos la botella que este intentaba abrir sin mucha maña (y no es que no hubiera abierto botellas en su vida)sirvió en unos vasos y tomó el directamente de la botella, para espanto de Holz, Hauser y el joven soldado. No tanto para Schneedorf, que ya se había puesto a recoger cosas de aquí para allá.

- ¿A qué clase de monstruosidades se dedican aquí?

- ¿Monstruosidades? Permítame que se lo muestre.

Tomando su vaso se acercó a una de las paredes y abrió una puerta corrediza. Tras ella aparecdieron varias cámaras, a modo de pequeñas celdas individuales, todas ellas cubiertas por gruesos vidrios, rejas (por si acaso) y unas persianas que velaban el interior. A Lieblich le sorprendió el extraño sonido que salía de allí, algo parecido a un lamento prolongado.

Hauser accionó una palanca en un tablero a su izquierda y la cortina o persiana de la primera celda. Apareció algo parecido a un hombre, desnudo. Su piel era gris, rasgada de pústulas y heridas. Sus ojos parecían velados, sus labiso secos y cuarteados.

- Esta es una primera fase del proceso que hemos generado. Generalmente aparece entre las seis y las doce horas después de diagnosticar la muerte clínica. Al cabo de ese tiempo el rectivo genera la reactivación de la parte más primitiva del cerebro, que llamamos cerebro reptiliano. Pierden la conciencia de si mismos, los recuerdos y todo lo que nos identifica como personas. Lo que m´s nos sorprendió fue que su corazón no latiera, pero ahora hemos descubierto que si lo hace, solo muy poco, quizas dos o tres veces por minuto, a veces menos. Pueden vivir sin oxígeno, sin alimentos. Todavía no sabemos cuánto, pero pueden hacerlo. Eso estos de aquí, por que los primeros sujetos de experimento sufrían un repunte de actividad, generlmente agresiva, y después sufrían un colapso que los derrumbaba definitivamente.

Hauser se tomó unos segundos para que el Standartenführer asimilara todo aquello. Se tomó un sorbo de su vaso de brandy y le espetó al oficial con toda la calma:

-¿Me presta su pistola?

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